Durante los últimos meses (y años) he leído numerosos artículos que mencionan la importancia del bienestar laboral y el engagement con los empleados, para lograr atraer y retener a los mejores talentos y las nuevas generaciones; y a su vez, lograr el compromiso y el clima óptimo, que redunde en beneficios para la organización y para todos quienes la componen. Sin embargo, al mismo tiempo, tratando este tema con los alumnos del Posgrado de CapacitaRSE e ICDA, y relevando prácticas y novedades de muchas empresas e instituciones, queda claro que en la mayoría de los casos es una asignatura pendiente.
Hace unos días leía una noticia sobre la Compañía de Ferrocarriles de Taiwán, que emitió un comunicado donde daba a conocer que había premiado a un conjunto de trabajadores, por no haber solicitado un día libre en 25 años, esto incluye los “días libres no disfrutados”, así como no haberse ausentado por enfermedad. Del otro lado del mundo, viajando en un transporte público escuché una conversación entre dos hombres, donde uno de ellos comentaba que no había tenido permisos de baja por más de 12 años, aún compensando horas debido a una situación de salud complicada de su esposa e hijo con motivo de un nacimiento prematuro. Este trabajador de unos 30 y tantos, contaba su experiencia haciendo notar su “compromiso” laboral, pero también con un gran grado de resignación.
Estos ejemplos, sumados a los casos mencionados por los alumnos del posgrado, más los vividos y observados personalmente, dieron pie para escribir este post y remarcar una vez más que las organizaciones muchas veces olvidan que su activo más importante, es su gente.
¿Necesidad ecónomica, cumplimiento vs. bienestar y satisfacción?
Como en la imagen del cómic que acompaña el post, muchas veces y más en situaciones de crisis, ya sea por una cuestión cultural, por temas económicos y porque realmente los programas de bienestar si se aplican no toman en cuenta las reales necesidades de los trabajadores o “hacen agua” con líderes o mandos medios que no comulgan con éstos, las personas se encuentran en crisis con su trabajo, trabajos donde generalmente es más importante ocupar durante muchas horas una silla y “dar gracias” por esa posibilidad, que el logro de metas y objetivos concretos; trabajos donde insertar la cultura responsable con colaboradores que la vivan, la practiquen, la reflejen y la comuniquen es una asignatura pendiente.
Y el tema se vuelve más complejo al entender que los seres humanos lo somos y que esta complejidad se traslada a la relación entre pares y con una organización. Asimismo, las nuevas generaciones no están dispuestas a trabajar sólo por el rédito ecónomico y exigen políticas de conciliación y de bienestar, así como encontrarle un sentido a su labor. Algo que muchos no están dispuestos a resignar y que implica para las empresas altos costos en rotación, ausentismo y productividad.
La Generación Y, que para el año 2020, constituirá más del 50% del mercado laboral a nivel global según los últimos estudios, más allá de la falta de compromiso que se les atañe, buscan trabajar en empresas donde se sientan parte del proyecto y puedan participar en la toma de decisiones, privilegiando un buen clima laboral, flexibilidad, posibilidades de desarrollo, una comunicación abierta y fluída y una organización (y sus líderes) comprometida con su comunidad y su entorno. Y si no lo sienten así, entonces, buscan otros caminos; y quienes no pueden hacerlo (ya sean o no millennials) sienten quebrada su relación con la empresa con consecuencias para ambos.
En este contexto, la gestión del clima laboral, las políticas de bienestar y de conciliación se vuelven críticas.
Cabe recordar que el buen clima laboral y el bienestar de los trabajadores como políticas insertadas en el ADN de la organización y en su cultura le da un marco a la relación entre la empresa y el empleado que hace al beneficio de todos, generando mayor empatía, productividad, prestigio, reputación corporativa, captando y reteniendo a los mejores talentos e incrementando la creatividad y la innovación, en consecuencia.
Muchas empresas están deuda, aún las que manifiestan políticas que apuntan a lograr un clima armónico e implementan diferentes prácticas, no logran en muchos casos, que estos enunciados se reflejen en el día a día laboral. Es cierto que el bienestar de una persona depende mucho también de la personalidad y actitud de vida de ésta, no que no quita que en un mundo complejo, las organizaciones deban ser más empáticas, abiertas a la escucha y a las necesidades de su gente. Ser en definitiva, más humanas, hará que perduren y se adapten a un tiempo de cambio constante.
Por Lorena Brignardello, Docente del Diplomado Online de RSE y Curso de Posgrado Online de RSE
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